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En tres horas de barco llegamos a nuestra casa, una "long house" típica de los poblados del río donde realmente no nos faltaba de nada, había camas, cocinera, unos tanques para ducharnos, luz y un baño harto práctico, una cabaña de madera sobre una plataforma que sobresalía al río con un agujero en el medio. Cispúm. Nos instalamos y por la tarde vamos a dar una vuela. Los barcos son algo más estables que los cofres del río y aquí no hay corriente ni rápidos, pescamos algo más tranquilos. A través de un canal entre raíces, árboles y maleza entramos en un laguito tranquilo y apacible. Nos quedaban solo dos o tres horas de pesca así que nos pusimos manos a la obra. Con uno spinnerbait saqué mi primer Ocellated Snakehead y el otro barco se hizo con un par de pieza más. Algo es algo.

El segundo día atacamos un lago más grande, y yo empiezo perdiendo una media docenas de peces causa una porquería de carrete cuyo freno resbala cada vez que clavo. Heri me mete una goleada de campeonato y se hace también con el Giant Snakehead más grande de la semana, una pasada de bicho con una cara de malo que la de la suegra en comparación parece la de un ángel. También el otro barco se hace con uno de esos apreciados serpientes y yo gestiono unos cuantos Ocellated, el Giant se me resiste.

El tercer día cambiamos de tercios, remontamos el río y empezamos a derivar buscando Gatos de todo tipo. Peces gatos, a ver si nos liamos. A Boris le entra uno con mucha mala leche y unos dientes que dan miedo y en las siguientes dos horas no pasa nada, un par de picadas y "muscho caló", nos derretimos. Cambia el plan y nos metemos en un pequeño afluente y estamos de nuevo en la jungla, pescando snakehead. Aquí este servidos se hace con unos Ocellated, como no, y un Jungle Snakehead pero de repente, en un claro vemos un lío montado que parecía una batalla. Pequeños peces saltando por todas partes perseguidos por Snakehead enfurecidos.

Monto la Virago de 4" con la T-Genius y empiezo a machacar. No recuerdo cuantos Ocellates saqué pero fue algo furioso, cada lance una picada mientras mi compañero sufría para colocar el señuelo donde debía, hasta finalmente plantarlo en un árbol y estropear la zona para ir a recogerlo. Por la tarde nos acercamos a un par de lagos pequeños y siguió la matanza con la Virago, en especial en las lagunas donde cubría muy poco y los Ocellated se concentraban hambrientos.

Por la noche fallece una de las ancianas del pueblo y se declaran tres días de luto, por lo tanto nuestra actividad acaba allí, decidimos volver y pescar el último día un lago "secreto" que había en una de las entradas al parque. Mudanza hecha, cenita en un chiringo local y el día siguiente salimos hacía nuestro último día de pesca. Para llegar hay un trecho, se pone uno cómodo y espera. Cruzamos un río precioso, no se ve mucha presión de parte de los locales y resulta que al lago que pescaremos no va nadie por los crocodilos. ¡Viva los reptiles!

Aquí pongo manos al nuevo PJB95, el propeller jerk bait de Molix y cojo distancia. El jodío pesca como si no hubiese mañana, los Ocellated Snakehead lo atacan por todos lados y si no saco treinta no saco ninguno. Lo que se me sigue resistiendo son los Giant Snakehead, Heri sigue sacándolos y yo me quedo en cero, una escusa excelente para volver a visitar aquellos bonitos lugares. Es una jornada algo épica, sale una cantidad industrial de bichos y todo el mundo regresa contento a la base. Por la noche regresamos a Putussibau apretado como sardinas en un coche, teníamos dos pero uno se quedó por el camino y tuvimos que buscarnos la vida como pudimos.

El día siguiente, después de un desayuno indonesio muy gustoso empezamos la marcha atrás, de aeropuerto en aeropuerto, sin prisa ni pausas, donde todo transcurrió sin accidentes hasta mi llegada a Barcelona donde han hecho un aeropuerto muy bonito olvidando solo poner carteles que indican adonde ir ni donde hacer el check in o los transfer, en fin, una cosita de nada. Me toca también el segurata celante que me hace sacar de la Pelicase todo mi material fotográfico, algo que no me ocurrido nunca jamás en ninguna parte del mundo. Aterrizo finalmente en Madrid con una aventura más en la chepa, la receta del arroz indonesio y un quintal de fotos para la posteridad. ¡Feliz! Espero poder repetir el año que viene, sobre todo la parte de los llanos, que es la que más me ha gustado (y estresado menos). Hay un Giant Snakehead que me espera. Lo se.

Ya ha vuelto el riego, o eso parece.............................

Perdón, he tenido una interrupción, aquí estoy de nuevo con vosotros. Hace unos días os conté como empezó la aventura en el Borneo, por lo menos la parte relativa al río, algo que un día contaré a mi nieto sentado delante de la chimenea. Ahora arrancamos con la pesca pero os aviso, que el Embaloh por bonito que fuera poca suerte nos deparó, ahora me explico mejor.

Resulta que en Junio es cuando se desarrolla la actividad pesquera de los locales, por lo tanto los mejores rincones del río estaban rodeados de redes y con líneas muertas colgando de los árboles. Viva el parque nacional, pero hay que decir que también ellos tienen su problemas en regular un lugar donde los Daiak han vivido por cientos de años y han practicado la pesca y caza como artes tradicionales. Ahora si, el uso de redes de nylon desde luego de tradicional tiene lo justo, maldito progreso. Bien, seguimos que se aburre uno. La pesca se hacía en bajada, derivando entre rápidos y zonas de aguas más calmadas intentando meter el señuelo pegadito a la orilla, en busca de bichos todopoderosos con ganas de pelea.

Alguno salía pero poca cosa hasta que lanzando desde tierra Heri, nuestro guía, pega un buen animal. Un Masheer de casi seis kilos. ¡Fotón! Al resto de los mortales nos tocan las migajas, un par de Masheer tamaño bolsillo, algún que otro Hampala y curiosos ciprínidos de reducidas dimensiones que de vez en cuando nos despertaban del torpor. Así fue compadres, la presión de pesca de los locales a parte de mermar las existencias espantaba mucho los peces y nos resultó harto complicado hacernos con piezas, ni siquiera decentes, simplemente piezas. Esos si, el entorno era absolutamente inmejorable, de lo más bonito que he visto en mi vida, con unos rincones donde hubiese apostado dinero que albergarían animales enormes y siempre con el agua cristalina.

Bajamos el río con un día de adelanto respeto a los planes y si remontarlo fue una aventura bajarlo llegó a ser un drama. El jodío barco para nomos desfilaba entre los rápidos a la velocidad del rayo embarcando agua en cada balanceo y empapando a todo el mundo hasta las orejas. Los asientos inexistentes nos partían las nalgas a trocitos y por tres horas seguidas no pudimos ni bajar a relajar la vejiga, tanta era la prisa que teníamos y aún así llegamos al campamento que era de noche. Menuda gracia navegar entre aquellas piedras sin ver la punta de los pies. Nos quedaba una noche más en el West Borneo Hilton y el día siguiente nos embarcábamos en la parte final de la aventura, en los llanos del Parque Nacional de Sentarum donde nos esperaban los Snakehead.

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En poco más de un mes me tocan las 51 primaveras, el paso siguiente a los 50, el infame medio siglo. La mitad del camino la he pasado desde hace un tiempo y la madurez debería de haber llegado ya, o así me cuentan porque yo todavía no me he enterado. En un momento dato de tu existencia se te cruzan las pocas neuronas que siguen con funciones vitales y te embarcas en una nueva aventura de tu vida. Sacudes un poco de sal de las greñas y vuelves a pecar pescar allí donde empezaste, en agua dulce.

De esto - de la vuelta al agua dulce - si no me equivoco ya hemos hablado, o por lo menos he hablado yo, aquí mismo a lo mejor...no recuerdo. En fin, da igual porque no es este el tema principal que vamos a tocar ahora, pasamos al siguiente capítulo es decir, las consecuencias de semejante revolución. Empieza uno a tontear con las Carpas y acaba metido en la jungla del Borneo luchando con los dioses de los bosques eternos y peces jamás vistos antes. Tela marinera.

Así que un tío con el pelo grisáceo acompañado por otros tres transalpinos se embarca en una algo que no se podría llamar otra cosa que aventura. De las buenas diría. Vamos por partes, que no se ni por dónde empezar. Os ahorro el tema vuelos, esperas, desplazamientos y boberías al cuadrado y llego al grano, o sea a Putussibau, el puesto avanzado del Borneo occidental. De aquí salimos pitando, que la ciudad no da muy de si y tenemos ganas de perdernos. Unas tres hora de carretera, si así la podemos llamar, nos separan de nuestro último alojamiento más o menos, civilizado, que aquí también hemos tirado de fantasía para buscar un adjetivo "políticamente correcto". Ya me entendéis ¿verdad?

La mañana siguiente salimos hacía el lugar del embarque, para remontar el río Embaloh y... shit on your pants little parrot (traducción "cagate lorito"). Nos presentan nuestros medios de transporte, los barcos con los que vamos a remontar el río y a pescar. Si barcos se pueden llamar. Tratase de unas especies de canoas de madera bastante largas pero muuuuuuuuuuuuy estrechas, tan estrecha que si llevas una moneda de dos euros en el bolsillo derecho el engendro escorará por ese lado, y si pretendes asomarte al lado izquierdo para hacer una foto sin avisar a los demás probablemente volcará. Tenemos 3 horas para llegar al primer campamento, estamos sentados en el suelo de esa canoa con las rodillas mascadas por los incisivos y el culo que parece una pantalla Samsung, extra plano.

Empezamos a remontar el río, que no es poco, los marineros son muy expertos en lidiar rápidos y piedras y nosotros demasiado urbanos para dejar de gritar como fans de Justin Biber cada vez que el barco se inclina hacía un lado o empieza a meter agua mientras corta la corriente. No ha empezado mu' bien la cosa pero el paisaje es absolutamente abrumador y merecería ser grabado por decenas de fotos, cosa que no me atrevo a hacer por aquello que el agua y las Nikon - así me lo aprendí yo - no se llevan demasiado bien. Hacemos algunas paradas para pescar y estirar las piernas pero no hay actividad y en avanzada hora llegamos al campamento donde descargamos los bártulos para que preparen la tienda y la cena mientras nosotros volvemos a bajar el río pescando en deriva, en silencio, así como nos recomienda el guía.

Antes de que anochezca estamos otra vez de vuelta al campamento, la tienda o mejor dicho un techo de plástico montado en 6 palos, está ye levantada y el fuego encendido. Agotado pero feliz como un niño en el día de su cumple cojo mi gel, me quedo así como me hizo mamá y me meto en el río a bañarme. Una sensación francamente revitalizante y una inmersión dentro de madre naturaleza que probablemente nunca jamás había probado. Para cenar hay pollo frito y arroz pero os juro que parecía estar en el Celler de Can Roca, tanta era la magia y energía que desprendía el lugar. Es en estas situaciones que se vuelven a apreciar las cosas más insignificantes de la vida y que todo lo que aquí tenemos, y que a veces nos parece insuficiente, es a menudo superfluo. A orilla del río Embaloh te vuelves filosófico y seguramente un ser más sencillo.

La noche entra sin pedir permiso y por aquí es noche de verdad. Tenemos el fuego y un pequeño generador que da vida a un par de bombillas. Los insectos forman nubes inquietantes pero al final de mosquitos hay muy pocos, y a parte dar un poco de asco y grima cuando te contratan como posadero, poco daño hacen. Sobre las 8 o poco más nos metemos en la piltra, es decir un saco de dormir previamente adquirido en una tienda europea. Debajo de nuestra espalda una colchoneta más fina que una hoja de papel e inmediatamente debajo los cantos rodados del río. Una de ellas, quizás la única puntiaguda, se había colocado entre mis costillas. Al principio duele, luego te acostumbras hasta que finalmente te gusta. Los Boy Scouts te preparan al masoquismo, no hay dudas.

A cierta hora de la noche el cielo decide abrirse y empieza a descargar primero cubos, luego barreños y finalmente bañeras de agua sobre nuestro frágil techo de plástico. Con agujeros. Llueve como si tuviese que ser la última vez que cae agua sobre el Borneo. Llueve y no para y la tienda empapada empieza a repartir agua sobre nuestros cuerpecitos asustados. El Ranger que nos acompaña no quita el ojo de la orilla del río. Cada cinco minutos enciende la linterna y observa el nivel. Me percato y si ya estaba agobiado empiezo a agobiarme más. Me veo subido a un árbol con un Orangután que intenta ligar conmigo. Si el río sube tenemos que buscar refugio, y detrás nuestro la foresta es como una barrera, tupida como ella sola. Después de las dos horas más desagradables de mi vida vuelve el silencio, las últimas gotas suenan a gloria y regreso al placer de mi aguda piedra. El Borneo nos ha dado la bienvenida, así de cariñoso es aquello.

Me quedo aquí, lo de la pesca lo finiquitamos en unos días que se me ha vuelto a atascar el "brain" y no corre la sangre por donde debe. Hasta pronto nenazas (así los que hemos estado en el Borneo llamamos a los hombres que nunca han estado allí).

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