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El Rough Trail Aomasa de Duo reune todos los últimos avances de la tecnología de Duo.

Rough Trail AomasaEl Aomasa es un señuelo de superficie destinado a los grandes depredadores del Mediterráneo y a los peces medianos del trópico, con su casi 15 cm de longitud y un cuerpo bastante voluminoso no es cebo que pase desapercibido.
Para poder mantener una robusteza ejemplar sin tener que llegar a un peso específico demasiado alto los ingenieros de Duo han construido el cuerpo con una estructura que llaman "Leader Rib Structure" y que recuerdo los refuerzos en las alas y fuselaje de un avión o en la quilla de un barco. ...continue reading

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Este paseante me tiene loquito, bueno en realidad hay muchos paseantes que me gustan pero este tiene una cosita que me hace “muscho” tilín. Se mueve como una bailarina de samba menándose de aquí p’allá de manera sensual y embaucadora. Es un bribón de dar y tomar. Resulta que llevo unos meses detrás del nuevo WTD 110, desde que tuve en mis manos el primer prototipo que finalmente fue ligeramente modificado hasta llegar al modelo que está ahora en la tienda.

Para un sujeto que pesca sobre todo en agua salada y que además está bastante enfermizo con el tema del top wáter, la llegada de un paseante de tamaño interesante ha sido como la aparición de los Reyes Magos en el bar de la esquina. No he seguido personalmente el desarrollo y las modificaciones pero llámala casualidad o lo que quieras, Vincenzo, el que lo ha puesto a punto, ha llegado a la misma conclusión a la que hubiese llegado yo. Un paseante con su propia personalidad.

Así es. Lo lanzas, muy bien por cierto, y el menda se planta en el agua y desaparece por un segundo. Finalmente, una vez satisfecho de su exploración subacuática emerge, asomando la punta de la cabeza y dejando el resto del cuerpo a baño maría, en posición casi vertical. El equilibrio está medido al milímetro, sin compromisos, lo que se ha buscado ha sido el mejor movimiento en agua. Amén. Con la puntera de la caña le llamas a ti, se sacude cuatro gotas y avanza mirando coqueto por los dos lados sacando el trasero a flote, la estela que deja te avisa de que ha empezado el Harlem Shuffle.

Ahora tienes unas cuantas opciones para familiarizarte con él, puedes recogerlo como un perrito cualquiera y te será fiel respetando el meneo de la puntera de la caña, pero no te dejes embrutecer por lo ordinario, mira un poco más lejos. Para un secundo, empieza una historia diferente. En lugar del tikitaca usa la caña entera para sacarle todos los caballos y trabájalo con tirones y pausas, dejando que se zambulle y vuelva a asomar el lomo, seduciendo a los depredadores más espabilados. Tirones largos y continuos, nada de arrancarlo de cuajo y hacerle saltar fuera como un volador, así no mola.

Las pausas seguro que se llevarán más atención de la que podamos pensar. Una vez quieto el WTD 110 se vuelve a sentar pero la Anjova que le seguía con interés no dejará de probar que tal sabe y aquella Lubina que viaja un metro debajo de las olas, que ahora menean al señuelo como un pez muerto a flote, quizás llegue a interesarse. Un pequeño tirón y el paseante se recompone, cobra vida y lanza un brillo tentador desde el flanco. Vuelve a seguir las órdenes, y una vez más deja espacio a nuestra imaginación, dale ahora tironcitos secos y muy cortos y verás lo que hace. Se queda en el agua, no se enreda, no salta fuera como un impala, y sacude la cabeza que parece estar diciendo no, pero es que si, le gusta al jodío y probablemente al depredador de turno que pasa por allí. Habrá que meterle caña ahora que llega la primavera, desde luego habrá que hacerlo.

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Momentáneos o no diría, ya que algunos duran más de un amanecer o de una interminable temporada y otros un puñado de segundos, por decir algo. Lo que ocurre es que se deja uno llevar por el entusiasmo, la pasión y se mueve por impulsos, como una de aquellas famosas ranas ya hecha fiambre a las que se le aplica corriente eléctrica; experimento de lo más cruentos que seguramente ha destrozado la infancia de más de un enano.

De repente, liado en plena sesión de jerkbait y con el entusiasmo al rojo vivo, crees de haber encontrado la pesca que más te pueda gustar en la vida y que por ese camino seguirás hasta que el hombro aguante el disparo. Resulta, sin embrago, que la semana anterior te lo había pasado pipa con un paseante, y en aquel momento habías dicho (palabras textuales): “Es que no hay pesca más bonita que esta…”. Llega la tarde y sacas de la chistera un vinilo, le echas un vistazo sin mucho amor y decides montarlo en una cabecita plomada, sin emerillon ya que habías recién cambiado el bajo por un encontronazo con una piedra. Ha sido justamente el bajo nuevo que te ha guiado hasta poner esa criaturilla oleosa y sin espina dorsal, ya que con la grapa ya atada, sinceramente es un poco rollete enganchar un señuelo blando. Lanzas, con la misma fe que tienes en que Suiza pueda ganar el mundial de futbol y empiezas tu labor.

La picada te coge desprevenido, primero un mordisco, luego otro más fuerte y finalmente el peso en la puntera, la caña que se dobla y la clavada que pone todas las cosas en su sitio. ¿Demonios, esto es una pasada! Parece la primera vez que tienes una picada al vinilo y sin embargo ni te acuerdas de cuantas has disfrutado en el pasado, pero la emoción se renueva como el primer beso a una nueva novia. Es cierto, las picadas al vinilo pueden llegar a ser sobrecogedoras, sobre todos cuando tienes la posibilidad de notar en el blank todos los mordiscos, si son más de uno, y hasta imaginarte el bicho que ataca con el horno abierto tu pobre gominola. Así mismo te entusiasmó la Lubina que se tragó el walking the dog la semana anterior, cuando dijiste la famosa frase aquella, y es cierto que si llevas un poco sin tener picadas en superficie, al volver a retomar el asunto te quedas plasmado por aquella fulguración  de energía y rabia que revienta el agua y hace desaparecer el señuelo en un remolino. Y no podemos olvidar los señuelos que vibran mucho, como spinnerbaits, chatters o el Lover; parecen tener vida propia y ya solo recuperándolos estás disfrutando, a la espera del ataque.

Me siento voluble e infiel, tengo amores que duran menos que una copula de un león y que abandono por el resplandor de una cucharilla o el perfume de un cangrejo deshuesado. Pero luego vuelvo, los retomo y descubro una y otra vez sus encantos con la ilusión de que cada uno de ellos me proporcionará la pesca más entretenida del planeta hasta que el ojo caiga en un nuevo juguete que se asoma y me pone carita de corderito. Son amores momentáneos que duran una vida, supongo que se trata del arte de la pesca con señuelos, que por esto engancha más que un triple del 8/0. 🙂

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