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El otro día, mientras estaba pescando, me he dado cuenta una vez más de una limitación muy grande que tengo a la hora de trabajar un señuelo. Resulta que mi posición favorita (de pesca) suele ser con la puntera de la caña hacía abajo, o algunas veces hacía arriba, apuntando a mi izquierda. Es decir, que mantengo la caña cruzada de lado hacía mi lado más débil.

Esto me permite maniobrar el señuelo como más me gusta, darle los golpecitos necesarios para que se deslice, chapotee agua o se mueva como una culebra "borrascha". Es una posición en la que la mano derecha puede trabajar valiéndose de la acción que más fácil resulta a mi muñeca, es decir doblándose hacía el interior, de derecha a izquierda.

Ahora, me pones tu a trabajar al revés, es decir dar golpes al señuelo desplazando la caña con la muñeca de izquierda a derecha o manteniéndola apuntando hacia la derecha y estoy perdido. Es algo un poco embarazoso pero de repente me transformo en un torpe de cuidado y en absoluto consigo mover los señuelos con armonía, ritmo y de una manera que pueda resultar eficaz.

Esto seguro que va con la absoluta inutilidad de mi parte izquierda del cuerpo, cuya única función, por lo que he podido entender, es de equilibrar la derecha para que no vaya doblado hacía un lado como un sauce. Creo que más que girar la manivela del carrete no puede hacer y fíjate que me parece un logro espectacular, que supongo he conseguido por haber empezado esto de la pesca desde pequeño.

Ahora, y con un poco de aprensión, pregunto si esto me pasa solo a mi o si hay algún que otro ser humano que comparta esta desgracia y que quiera declararlo públicamente en un comentario de este blog. Al final me voy a echar a los brazos de Baco para olvidar semejante hándicap, si ya el 100% de mi persona no sirve para mucho, imagínate como me pueda sentir al saber que un 50% no sirve prácticamente para nada..ah sí, para dar vueltas a la manivela del carrete. Oye, pero sin eso ni podría salir a pescar, al final hay siempre que ver la botella medio llena. ¡Y dale otra vez con el vino!

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En plan vamosadisparartodosloscartuchos empieza una serie de escritos que podríamos bien definir seniles y henchidos de arteriosclerosis o pueriles, ambas definiciones válidas conociendo la pluma (teclado) de donde vienen paridos. El tema de hoy es el (los) paseante(s) favorito(s); tócate las narices. Piano piano llegamos a la cumbre de la literatura más exquisita entrando de derecho en los temas trascendentales que mueven este planeta, vamos que me espero que hasta Punset ponga un comentario a este enigmático artículo.

¡Buuuf! Ya ni sé por dónde empezar, el dédalo es intricado y ni el hilo de Ariana me salva del Minotauro. Por cierto, el Minotauro ese, ¿no resulta curioso que tuviese aspecto de toro y se comiese a las pirsonas? Así estaba el hombre-tauro, como las vacas locas por comer lo que no debía ... En fin, volvemos a lo nuestro que parece que me estoy escaqueando. ¿Porque el paseante, se preguntarán los más atrevidos? Pos fundamentalmente porque es el primer señuelo que se me ha ocurrido, pero si queréis una explicación más afín a la profundidad del argumento os diré que para mi representa el sentido más metafísico de la pesca, por su airoso moverse por encima del esplendido mar azul, dejando una estela que alimenta esperanza y retiene la respiración.

Dejándonos de épicas y tragedia griega en realidad el paseante tiene excelentes posibilidades de ser mi señuelo favorito. Me brinda (¡que palabra más fea y cursi es esta!) la posibilidad de poner en marcha el programa “fantasía” y jugar con ello sabiendo a ciencia cierta cómo responde a mis impulsos amén de ser objeto de picadas espectaculares. Me entretiene y me hace pensar en lo que estoy haciendo porque al poder observar su movimiento me concentro más en ello, esperando ver el agua que se abre. Vamos a abrir un pequeño capítulo técnico.

El tacataca del paseante lo conocemos todos, así nos han enseñado y así lo movemos: zig-zag-zig-zag etc. Bonito y efectivo pero hay vida más allá de la imitación de la culebra coja, así me lo aprendí yo (ojo que empiezo con una historia que ya he contado mil veces). Delante de un arrecife Australiano repleto de peces, dos japoneses pequeñitos pero matones me estuvieron pegando la clásica zurra olímpica hasta que, al 10-0, dejé por un momento de pescar para ver qué era lo que hacían los amigos asiáticos. En primer lugar usaban unos paseantes grandes como un gato montés, luego noté que los movían de una forma para mi novedosa e intenté aprender sobre la marcha tal ingenioso sistema. Inútil decir que mi suerte en aquel día cambió y que todavía sigo agradecido a mis compañeros.

Traían el paseante como si se tratara de un jerkbait o un vinilo recogido a tirones suaves y alargados para que se deslizara sobre el agua entrando y saliendo y dejando ver los flancos hasta parecer un pez (o un gato montés, que la barrera de coral está llena) herido o por lo menos borracho, que suele ser lo más habitual. Este movimiento he descubierto que no se puede hacer con todos los walking the dog, hay algunos que por su estructura y disposición de pesos no se dejan ni enseñándoles un billete de cien euros, pero los menos ariscos sí que juguetean.

Otra cosita que he ido aprendiendo es la de jugar con la velocidad, que diríais vosotros: “Nene esto es de cajón”. Si y no, en el sentido que la velocidad que subimos no es tanto la de la manivela, que veremos en un rato, sino la de la puntera de la caña, que a mismas revoluciones del tambor se menea más. Luego existe la acción “Deltafast” que usan mis compis de pesca: olvidándose de que han enganchado un paseante el final de la línea lo trabajan como si fuera un pencil popper recuperando a la velocidad de un Red Bull hasta que una anjova, palometón o bolso de plástico se enganchen o hagan un amago de ataque. Por cierto la del bolso de plástico es una de las picadas más bonitas, sobre todo por la cara que se te queda una vez que la has clavado.

En fin, mi amigo el paseante convendría de sacarlo con manual de instrucciones, no es fácil hacerse con él; recuerdo un ex compañero con el que compartía sesiones de Lucio, conocido pescador, que una vez obligado por las circunstancias a usar un paseante lo quitó exasperado por no conseguir moverlo según la ley. Aún así deberían de poner en las cajas: “Usad con moderación, produce adición”. Es más que cierto.

Finalmente he llegado al momento de desvelar mis favoritos, cada uno con su porque y por cómo, el orden no es por importancia. 1) Habano de Alle’s Lures por haber contribuido en manera tangible a subir vertiginosamente la cantidad y calidad de mis capturas en los últimos años, desde que Alessandro me dejó uno para probar y al final tuve que guardarlo en una urna de cristal por méritos de guerra. 2) Molix Punitor. Recién descubierto, me permite, el que mejor, trabajar “japanese style”, manteniendo el tipo y seduciendo peces mejor conocidos como Lubinas. 3) Mirrorlure Top Dog, por aquel sonido redondo y profundo que emite en su ladear ancho y preciso y por la cantidad de Lucios que he sacado con el. 4) Excalibur Súper Spook (Zara Spook) por haberme enseñado mucho de lo que se sobre los WTD. 5) El nuevo de Molix, bonito donde los haya y con una acción que combina el estilo clásico con el más novedoso, que ya estoy probando y que será disponible en primavera del 2013.

Aquí me tenéis caballeros, con las gafas de leer puestas para devorar vuestros extrovertidos comentarios.

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