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Hace poco estuve pescando con unos amigos y el día marchaba como un reloj Suizo; los bichos parecían famélicos y no había manera de hacer una buena sesión de lances sin tener un ataque, que es lo que más tercia por nuestro enfermito Mediterráneo. Iba con mi cañita de Hello Kitty y señuelos grandes como una moneda de 5 duros sin el agujero en el medio y estaba la mar de feliz haciendo fotos y sacando criaturillas resbaladizas.

Después de las primeras picadas, ya comprobada una vez más la eficacia del Piper, más convincente que un billete de cien euros, dejé puerto seguro para empezar a explorar los siete mares, es decir la caja y los tubitos rellenos de señuelos que estaban todos deseando darse un chapuzón y ver que se movía por debajo de la superficie. Como dichoso mago empecé a sacar trastos de los bolsillos y darles coba; que si lanzo para aquí y luego para allá, que si lo cambio, le pongo plomo o le añado una colita… En fin, otra vez más contento que un pingüino en una nevera porque estaba enredando con todos mis juguetes, tal niño despreocupado y con los deberes ya hecho.

La realidad es que una vez apagada la ansiedad de captura me encuentro muy a gusto probando trastos nuevos, experimentando que se diga. Mucho me temo que de esto también va mi trabajo, sino al final no tendría mucho que contar si después de veinte años estuviera todavía lanzando Aile Magnet, pero además del deber, en la búsqueda de nuevas combinaciones ganadoras, está el placer. De haber seguido pescando todo el día con el Piper simplemente hubiese sacado un mogollón de peces pero no hubiese descubierto que hay otros artificiales extraordinarios que sacan peces en el mar y que probablemente en otras circunstancias no hubiésemos no solo probado, sino que ni siquiera traído.

Lo mismo me pasa cuando voy a pescar con los pocos que todavía me aguantan, no hago otra cosa que darles el coñazo para ir a probar “otras” zonas, para echar un par de lances en aquel rincón que nunca jamás han probado o que, de haberlo hecho sin tener éxito habían descartado de la lista de los buenos. Me encanta, no puedo evitarlo, huyo del:”Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”, me parece frustrante tener que volver a repetirse sin salvación cuando para lograr un éxito lo único que hay que hacer es fracasar unas pocas veces.

Estoy seguro de que todos tenéis en casa unos señuelos que jamás habéis probado en el mar, los más absurdos si cabe, pero os invito a que le deis un “chance” porque podrían ser reveladores y dejaros con la boca abierta. Hasta la próxima, pequeños exploradores, os contaré un poco más en detalle que es lo que he descubierto. J

Creo que en este momento de mi mediana existencia, a punto de cambiar de código postal y entrar en el segundo medio siglo lo que realmente me hace tilín en la pesca es probar cosas diferentes. Esta es exactamente mi inquietud, lo que sigue alimentando la llama de la pasión de este deporte que voy practicando desde hace 40 años.

GT del Mar Rojo sacado con un Habano amarillo fosforito

Para hacer unos ejemplos prácticos, en un mar repleto de GTs me encuentro paseando por un bajío, con el agua a las rodillas lanzando vinilos a los Ballestas o meneando un popper largo como un dedo y disfrutando como un enano de picadas imposibles de aguantar. Me divierte la idea de coger un señuelo como el Habano, que el mismo autor había dejado un poco de lado, y aprender a sacarle todo el partido posible transformándolo en uno de los más efectivos que he usado en los últimos tiempos hasta convencer Alessandro a crear la serie completa. Asimismo, ya que por mi trabajo con Molix tengo que ir conociendo todos sus productos y descubrir el potencial en el mar, pude averiguar que el Piper, un artificial diseñado para otros menesteres, es absolutamente mortifero en agua salada llegando a ser el señuelo revelación para un pez que todos sabemos no ser demasiado agresivo, la dorada.

Si os fijáis el señuelo no tiene anzuelo en la cola y está enganchado a un assist montado en la anilla del morro

De la misma manera me divierte experimentar con cosas diferentes. El afán de sacar más peces que todos se acabó hace años y ahora puedo pescar en relax y permitirme el lujo de perder algún que otro bicho sin tener que tirarme de los pelos (que me quedan pocos). Así que voy haciendo montajes un poco absurdos, quitando los triples de los señuelos tropicales y montándo un assist en la anilla del morro y otro en la cola o jugando con unos wind on leaders con un empalme siempre más corto, como los últimos que he usado en Sudan con el nylon que entraba apenas 20 centímetros en el trenzado hueco.

A veces las "aguas vírgenes" están más cerca de lo que pensamos

También soy un coñazo de compañero de pesca porque siempre empujo a los que me llevan en su barco a probar sitios nuevos, salir de la rutina y buscar aguas vírgenes. Es justamente la palabra rutina que me deja perplejo, vivimos encarrilados en ella, en casa, en el trabajo, con la familia, y cuando salimos a pescar deberíamos de intentar por lo menos escaparnos de esa monotonía y buscar la diversión y posiblemente el éxito en esa poca aventura que nos dejan nuestras costas.

De todas maneras entiendo que mis inquietudes no tienen porque ser compartidas de la misma manera por todo el mundo, seguro que cada uno de vosotros tiene las suyas y a lo mejor se anima a compartirlas con todos los 5 seguidores de esta Web 🙂

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Atreverse con algo diferente en la pesca puede proporcionar resultados inexperadosFracasar es bastante normal en nuestra afición, pero creo que el fracaso tiene diferentes facetas y sobre todo lleva a distintas reacciones por parte del ser humano. Hay cristianos que asumen la derrota como parte del juego y pasan rápidamente página sin darle más importancia, otros que se dejan afectar mucho por un mal resultado y no paran de darle vueltas hasta que una nueva salida de pesca propone un nuevo reto.

Decía alguien: "No importa cuanta veces te caes, sino que son las veces que vuelves a levantarte las que cuentan". Si no fracasas nunca es porque no has intentando algo diferente, porque no te has arriesgado y si esto es cierto en los deportes, los negocios, y en general en la vida ¿lo es también para la pesca? Fracasamos porque no intentamos algo nuevo, o porque no había forma de que los peces picaran por la razón que sea?

Estoy bien seguro de que la pesca al depender del humor de unos bichos con escamas, con un cerebro como una nuez y un instinto muy desarrollado es harto complicada; si bien es cierto que en algunas ocasiones por cuanto te esfuerces no hay forma de que las cosas salgan bien, en otras a lo mejor hemos matado nuestra oportunidad por no intentar algo nuevo.

Tengo infinidad de ejemplos para contar que explicarían que probar caminos nuevos, por cuanto descabellados puedan parecer, a menudo trae resultados sorprendentes y estoy hablando justamente de la pesca, una afición que en lugar de simplificarse, con el tiempo se hace siempre más complicada. No os voy a aburrir con las historias del abuelo porque quiero que sobre todos habléis vosotros de vuestras experiencias, ya que creo que se trata de un tema que tiene mucho recurrido.

Hay un par de cosa que me gustaría saber y son las siguientes:

  • ¿Para solventar un día que pinta de pena os estrujáis el cerebro para intentar algo diferente, o os invade un sentimiento de resignación y volvéis a casa achacando el malo resultado al mero hecho de que los peces no quieren comer?
  • Si a pesar de muchos esfuerzos y aún probando cosas diferentes o totalmente nueva para vosotros el fracaso se confirma, que sensación lleváis de vuelta a casa: frustración, revancha, planificación para la próxima salida, optimismo, rabia?

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