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Señores esto no va bien. El jodío invierno nos deja tiritando al lado de la chimenea (los que la tienen – este servidor está exento) o encerrado entre ventanas y yeso, mirando pa’l patio lleno de hojas secas y ramas peladas. Se entretiene en hombre perdido engrasando carretes y preparar bajos o assist hooks pero falta la chicha, la que abunda en primavera y el verano. Esto de las estaciones es un coñazo, os lo digo yo que por decreto eliminaría por lo menos dos, o tres si me llegas a apurar. En año debería de empezar en Mayo y acabar a mediados de Octubre, eso sí, cada mes debería de ser de unos 60 días, y a tomar por saco el frío pelón y los mocos.

De pequeño me empaquetaban y cada doce meses me tocaba la vía crucis de la semana del puto esquí. Siete interminables días con  los dedos de manos y pies congelados, bajando por pistas insidiosas y aguantando a los idiotas del curso, que siempre hay más de tres y menos de cinco, siendo el cuatro numero de la perfecta pandilla de imbéciles. Que si uno es gracioso, otro esquía bien, el tercero tiene la hermana que está buena y que le lleva a casa todas sus amiguitas para flipar y el cuarto, normalmente un nerd con nombre y apellido, no pinta na’ simplemente le gusta ser cola de ratón, allí donde haya leones al acecho.

Ese era el momento que resumía todo el invierno para un pollito de 9 años, y hasta que pude levantar un poco la voz y rebelarme a semejante torturón, me tocó helarme las extremidades, y en edad ligeramente más adulta hasta los cataplines, que ye se habían asomado. Así que os podéis imaginar cómo me tiene el trimestre dichoso, y si a esto le juntamos un mes de noviembre que es menos agradable que un cachete en el cogote y marzo y abril que son como dos minas vagantes y nunca sabe cuando te van a explotar entre muslo y muslo, veréis que mi nuevo calendario no tiene fallos, amén de ser un sueño de un piráo.

Antaño, cuando el ladrillo tiraba más que un Ave por la llanuras de Castilla se viajaba un poco al trópico, por lo menos tenías una semana en que podías descongelar artos y miembros, pero desde que cayó la gota fría y se llevó todo por delante, menos lo políticos que se salvaron en el Arca de su bendita madre, aquí quedan cuatro que viajan y los presupuestos han menguado, más que un higo puesto a secar. Así que este menda, que utiliza la ventana de su despacho para evaluar la posibilidad de escaparse para un fin de semana en el que incordiar algún amigo que tenga ¡Phone y barco, se queda en dique seco, esperando a que cambie el viento. Y eso que me cuentan de escapadas entre pelonas que resultan asombrosas, con unas pescas de campeonato, épicas diría. Pero hay que pillarlas al vuelo, y solo pueden los que viven con el salitre entre las cejas, no los de secano, cuyo más extendido horizonte acuático es el estaque del Retiro.

Ni mis lucios se dejan, una semana llueve y suben los ríos y otra cae una helada que se quedan los pobre exocidos con bufanda y forro polar. Semanas sin pegar bocado, y muchos menos a un chisme de plástico que se mueve como un bufón alcolico. Me quedo entonces con Kashmir - de Led Zeppelin - machacando los altavoces y el refugio atómico, mi blog,  en nivel Defcon 5, listo para el ataque nuclear. Pos lo dicho, maldito invierno y el frío que lleva consigo, lo único bueno que tiene es que se acompaña  bien con un vaso de Ribera del Duero que agiliza el movimiento de los dedos sobre el teclado, complemento ideal de los paseos que me manda mi médico, porque resulta que a un pringado cualquier, pasado los cincuenta le sube la tensión. Es por el invierno, y la falta de pesca, pero no se lo cree el letrado y venga a mandar pastillas...

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