Carpas y hombres, felices de ser tan simples – a spinning claro

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El viernes fui a acostarme convencido que el sábado no habría ido a pescar, la escusa esa del cansancio y del calor, sin embargo, el sábado, aún despertándome un poco tarde, me entró el antojo. Hice una rápida investigación con un amigo para saber si en un pantano que el conoce mejor que yo había visto carpas orilladas, y al descubrir que la cosa estaba fatal empecé a complotar un plan alternativo y aún sin tener exactamente claro adonde habría ido a parar me meto en el coche.

Tras una rápida consultación con otro amigo descubro el camino para llegar a un sitio nuevo donde se habían visto y pescado carpas gordas orilladas. Recibida la info, rellenado el camel bag y adquirida la barra de pan y el fuet de turno, aún consciente de la penosa situación en la que revierten los pantanos con la sequía, por aquello de las 11:30 estoy conduciendo ya hacía la orilla prometida dando buena cuenta de la pitanza, así, como un Neanderthal cualquiera.

Acierto el camino, desde luego con indicaciones tan precisas hubiese sido complicado fallar y llego a divisar el azul. Hay agua, es prometedor, es decir, la orilla existe, y veo zonas para pescar, p’allá que voy. Para la ocasión había decidido de ponerme un poco brutote, Nuovo Tiro 762M hasta 28 gramos, trenzado de 20 libras y un bajo robustete, vamos que no me iba a espantar ninguna carpa.

Empiezo mi periplo por la orilla y después de unos 100 metros veo la primera sombra. Iba a tiro hecho, como señuelo tenía puesto el infalible Nano Jig, el de 3.5g, os lo comento para que entendáis lo que puede lanzar esa caña, y volaba a 15 o 20 metros sin rechistar. Me da tiempo hacer dos lances, pero no hay amor, la gorrina, porque de gorrina se trataba, se de la vuelta y con tranquilidad se aleja. En los siguientes tres o cuatrocientos metros consigo ver más carpas y dos de ellas se tiran al señuelo como si no hubiesen comido en dos años, ambas fallan, una engulle y escupe en un segundo y otra no atina. Más que fracasos consideré esos ataques fallidos como un aperitivo a lo que luego vendría, y no me equivocaba. Al llegar a una playa somera con mucha alga las carpas se multiplican y tengo más oportunidades de lanzar que en todo lo que había recurrido anteriormente. La primera es un animal de porte indescifrable, le veo perfectamente el lomo y su longitud, no se lo que podría pesar, pero sí sé que persiguió el Jig por lo menos dos o tres metros, desarrollando distintos ataques sin dejarme en ningún momento la posibilidad de clavar. Se va, y con ella mi corazón.

Carpas y hombres, felices de ser tan simplesAl segundo aparece otra, más pequeña pero menos desconfiada y engulle el señuelo. He de decir que, en ese tramo de algas, digamos que tenía unos 100 o 150 metros de extensión, he clavado y peleado 5 carpas, pudiendo sacar 4 de ellas. En tres ocasiones el anzuelo se abrió, pero aguantó, en la cuarta, con la carpa más gorda, finalmente cedió del todo y lo recuperé recto como una aguja. El problema consistía en que los peces se tiraban directamente a las algas y en todas las ocasiones tenía un manojo de hierbas más o menos consistente colgando del trenzado y el pez que podía hacer la mitad del esfuerzo y conseguir el mismo resultado, ponerme a mi bajo presión. Siempre tuve que acercarme a las hierbas y quitarlas con la mano para volver a conectar con la carpa, y poder recuperar algo de hilo. Así se destroza cualquier anzuelo, creedme.

Según iba bajando el sol las carpas empezaron a brillar por su ausencia, había bandos pequeños de tamaño reducido regocijando en el lodo, pero totalmente desinteresadas en mi ofrenda, hasta que pude dar con dos solitarias que ambas se tiraron a por el señuelo y una de ellas pude clavarla, pelearla y sacarla. Los otros tropecientos metros de orilla que me tragué fueron absolutamente inútiles, no vi peces, solo me reventé la planta de los pies, menos mal que al regresar se me ocurrió tomar un camino que redujo mi paseo a la mitad y en llano, sino o me hubiese quedado tan buen recuerdo de mi día.
Acabé en un pueblo, tomando una cerveza y una ración de algo que no tiene importancia, feliz como un niño pequeño, orgulloso de mi ser, hombre simple, que disfruta con poco pero esto ni hace falta decirlo me entendéis todos perfectamente.

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