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La oportunidad para este artículo me la ha ofrecida mi amigo Eugeni Fors, compañero de muchas aventuras al trópico y buena gente donde las haya. A la vuelta de su viaje a Seychelles me ha enviado unas fotos que me han impactado, sobre todo una de las dos, pero vamos a leer su relato de las dos historias escritos de su puño o mejor dicho, teclado.

"Dejo bajar el jig hasta el fondo, uno 60 m, empiezo a recuperar y a unos diez metros picada de un limón, bicho que, aunque pequeño (unos 6 kg) es bastante peleón; dos tirones fuertes de los que sacan hilo y de repente trancazo como si pasase un camión. Primero me para cualquier movimiento y luego me saca hilo pero de forma contundente. Yo trabajo para arriba y el insiste para abajo.Tengo la sensación que está rozando por el suelo. Noto como unas vibraciones propias de rozar el bajo por el arrecife. Esto dura unos treinta segundos y luego todo sigue como al principio, resistencia y tirones. Al llegar arriba se puede ver perfectamente el mordisco que le mete un gran mero, dejando marcado en su piel la señal de su bocado".

Seguramente la ventura con el mero no es del todo novedosa, habrá pasado a varios pescadores pero la foto de la Serviola sin duda es bastante impactante, no solo el bicho tiene la piel marcadas por los finos y pequeños dientes del mero, sino que también parece un poco aplastado y lo que más inquiera es ver que todo el cuerpo presenta roces, por lo tanto el mero se lo habrá metido bien para adentro y para poder hacer esto ¿de que tamaño habrá sido la boca del bicho y consecuentemente cuanto era de grande el animal?

Vamos al segundo relato de Eugeni: "Con el dientes de perro pasó algo similar pero entre aguas. La víctima fue atacada por un Marlin, dejando en su lomo la firma de su pico. Mi percepción no fue tan clara porque estos bichos, cuando son grandecitos (>40kg), son muy fuertes y sacan hilo cuando quieren. Si recuerdo un par de tirones a medio camino que me hicieron sospechar de una buena captura. Pero la verdad es que todo el combate fue duro, no paró de tirar hasta el final. He de añadir que al principio de combate, se me salió el pomo de la manivela del carrete (?????), con lo que tenia que atinar a meter la dichosa bola en el vástago del carrete y estar concentrado para luchar con un bicho como ese. Al minuto, en una de las vueltas, el pomo salió volando y se fue al mar, y  tuve que terminar el combate recogiendo con un palito fino y muy desgraciado ...".

Esa herida es realmente espantosa, y me sigue resultando increíble como un pez, por cuanto fuerte e peleón, pueda seguir luchando después de que le han desgarrado medio lomo. ¡Enhorabuena¡ a Eugeni por sus bonitas piezas y le agradezco mucho que me haya enviado las fotos para poder compartirlas con los amigos que siguen este blog.

Ahora viene la pregunta: ¿Tenéis alguna historia parecida que contar? Y mejor que mejor, tenéis fotos para documentarlas? Lo que podríamos hacer es que dejéis un comentario y un enlace con la foto que le pertenezca que podéis colgar en vuestro blog o en algún servidor como Picassa, Flickr etc. Espero vuestras aportaciones con cierta curiosidad, seguro que casi todos tenéis historias muy interesantes que narrar.

Le digo a Andrea: "Amigo, no se si con ese bajo de línea de 130lb sacarás algo en aguas tan claras ¡los bichos aquí están muy despabilados!" Al final del día me había metido un dos a cero y me miraba con  sonrisa de niño travieso. ¡A callar Nicola, que no das ni una! En fin, un Sábado muy agradable a bordo del Cata de 14,5m de Charter Columbretes con Sergio Nundina y Juan Vicente Lloret como patrones de lujo, y un puñado de amigos y familiares muy envenenados con la pesca.

El "deus ex machina" del evento mi amigo Javier y su mujer Eva, que habían reunido a Andrea, un amigo italiano y su familia, y servidor con sus mujeres: madre e hija. Como invitados de lujo no tuvimos que preocuparnos de nada, solo llegar y meter los jigs a remojo. De vez en cuando una visita en la cabina para degustar algunos de los abundantes manjares, y una siestecita en proa, cuando el tiempo y el sol dejaban.

La luna llena, se sabe, regala grandes capturas o tremendos bolos y en nuestro caso, probablemente gracias a la maña de los skippers, logramos evitar el baño de humildad. Algún que otro pez salió, no lo que se esperaba pero tampoco lo que se temía;  variedad sobre todo, con Sama, Mero, Chopas (con carnada), Gallineta, Serranos y Bacoreta. Jigging e Inchikú las técnicas más cotizadas pero como decíamos, la abundancia de las Chopas, deliciosa en la cazuela, hizo que se bajaran un par de cañas con sardina.

Estuvimos pescando la zona que colinda el parque de Columbretes, donde está permitida la pesca, y la influencia positiva de la reserva se hace notar ya que hay presencia de depredadores a lo largo de la temporada, que evidentemente salen del perímetro del parque en busca de comida. Peinamos todas la piedras posibles e imaginables, y además de las 9 o 10 piezas que pudimos sacar, hubo alguna que otra picada fallida que animaron el día. Mis recuerdos de Columbretes eran algo diferentes, de hecho hace algunos años cuando todavía había algún barco con el permiso para pescar dentro de la reserva, pude hacer una pesca espectacular, sin embargo me ha quedado clara la importancia de poder contar con un criadero de semejante tamaño.

Por cuanto nos pueda molestar el hecho de no poder pescar la zona del parque, debemos de ser conscientes que es un gran pulmón para la fauna marina, que les permite vivir y reproducirse sin acoso alguno, llegar a grandes tamaños, y finalmente generar vida y pesca para las zonas cercanas. Lamentablemente el genero humano desconoce los límites, la conservación y el respeto de tallas y cupos, por lo tanto la única manera de que los respete es de prohibirle algo por completo, y mantener un control muy exhaustivo. A estas alturas me decantaría para que en el Mediterráneo hubiese más reservas marinas, pero no las de pacotilla donde solo pueden pescar los profesionales, sin duda los mayores responsables de la situación el que verte nuestro mar, sino las integrales, donde los bichos puedan encontrar algo de paz y con alguna esperanza de llegar a viejos.

Si mis amigos de Castellón me dejan, no me importaría volver a pescar a Columbretes, con una condición, que sea Eva que se encarga de la comida ...

Black Grouper (Mycteroperca bonaci)

No se si he llegado a confesarlo en algún momento, pero uno de los peces que más ilusión me hace pescar a popping es el mero, mientras al mismo tiempo, es de los que menos me gusta enganchar a jigging. Las razones, por lo menos para mi son fáciles de entender; a popping es una captura menos frecuente que se agradece mucho, a jigging normalmente se traduce en un animal que llega a bordo reventado y que hay buenas posibilidades de que no se pueda devolver. Quedarse un mero tropical o dos para cenar no tiene ningún inconveniente, son muy sabrosos, pero encontrarse con el tambucho lleno es desagradable.

Yellowmouth Grouper (Mycteroperca interstitialis)

Lo que no tiene en resistencia le abunda en agilidad y sprint. Esa cola corta y muy ancha, parecida a la de los Lutjianidos (Cubera, pargo etc), le permite giros muy repentinos, y tal aceleración que dependiendo de como se manejan los primeros segundos de la lucha, esta puede acabar con un triunfo o una sonora derrota. Pescarlos a popping en aguas relativamente someras, requiere entonces cierta prontitud de reflejos y mucho control en el combate cuerpo a cuerpo, el mismo que acostumbra la Cubera, o el GT en determinados ambientes.

Coral Trout (Plectropomus leopardus)

Entre los meros más bonitos que suelen entrar a los señuelos de superficie pondría la Coral Trout de los arrecifes del Indo-Pacífico y el Black Grouper o Aguají, del caribe. Son animales muy generosos, sabemos que llevan una vida pegados al fondo, y el hecho de que remonten toda la columna de agua para mordisquear un popper tiene merito. A veces, en lugar de atacar mordiendo, pegan un coletazo a la muestra, una actitud que comparten con otros Serránidos como la Lubina Rayada, o nuestro Robalo. Una vez enganchados, su defensa consiste en darse la vuelta y enchufar hacía la cueva más cercana. De lograrlo ya nos podemos despedir de nuestro querido señuelo, porque una vez pegado al fondo cada Mero sabe perfectamente lo que tiene que hacer.

Flowery Cod (Epinephelus fuscoguttatus)

Algunos amigos me han contado de Meros sacados a popping en el Mediterráneo. Un encuentro realmente sorprendente que les envidio mucho, tiene que haber sido una captura absolutamente extraordinaria y una gran sorpresa. Últimamente, y no ha sido por casualidad, en cada viaje tropical he estado usando mucho los stickbaits, al parecer a mis amigos le gusta más ese movimiento sinuoso y lento que el chapoteo de un popper de boca ancha. Los resultados se han visto y lo he pasado como un enano; la temporada caba de finalizar pero ya me están entrando ganas. ¡Uffff..mis meritos coloráos...!

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