El invierno y la pesca

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Quería escribir un post dedicado a el invierno y la pesca, es decir, poniendo la dichos temporada a parir, pero al final me he decantado por algo más diplomático, simplemente me voy a acordar de todos sus muertos.

el invierno y la pescaQue venga aquí un sabio y me explique a mi porque por tres o cuatro meses al año tenemos que pasarla tan canuta. ¿Estamos o no estamos en una democracia? Pues a votar entonces, que aquí no hay quien viva. Imagínate tu a un cristiano friolero. Servidor, por poner un ejemplo. No alcanzas encontrar ropa que te abrigue lo suficiente, y el riesgo de quedarte con los dedos de la mano o de los pies hechos un Calippo son muy altas, amén de lo que gastas en calefacción y lo que aquello contamina. ¿Os parece normal o estáis vosotros con los calores de la andropausia?

Ni te cuento si a uno le gusta la pesca. Sales de casa a las cinco de la mañana y al sacar la nariz de la puerta ya se te ha quedado como una fresa de Huelva, de roja digo, y empieza a salirte moquillo como a un bebé. Llegas al coche, cargas los bártulos y ya los dedos se ponen de color berenjena, con las uñas que adquieren una tonalidad rojiza, el principio de un estadio de congelamiento irreversible. Al entrar en el habitáculo tienes que sacarte cien capas de ropa porque si no, con la calefacción encendida, te asas como un cochino y llegas al pantano ya con la manzana en la boca y el romero debajo del sobaco.

Pero, si has sobrevivido a todo esto, no te han puesto jamón cortado como un bistec en la tostada, no te has chamuscado la lengua tomando un té demasiado de prisa para recuperar el calor que has perdido al salir del coche y entrar en el bar, que tiene tela, y no ha habido una manada de Ñu que te ha cruzado la carretera en su migración hacia el sur, llegas finalmente a tu destino y a patadas en el trasero tu compañero de pesca te saca del coche, el último refugio conocido para sobrevivir al frío polar.

Aquí es donde aprendes lo que es ser un verdadero hombre, te ríes de los Marines, los Navy Seals y de su padre. La tarea que tienes por delante es titánica, y solo los más fuertes logran sobrevivir a la continua y repetida exposición de esas intemperies. Con la velocidad de un guepardo vuelves a ponerte encima todas las capas que dejaste en el asiento posterior, pero es con la agilidad de un perezoso muerto que empiezas a montar el equipo.

Las dedos, ya sin conocimiento, y las manos, como dos muñones endurecidos, se niegan en prestar auxilio para montar las cañas, sacar los bártulos de la mochila, preparar la riñonera y para que decirlo, ¡hacer nudos! Aquí es cuando realmente te gustaría trasladarte en forma de partículas atómicas a otro hemisferio, donde el calor te abrasa y por tus manos fluye el riego y no el entero pack del polo norte. Los nudos en invierno habría que prohibirlos, entre la presbicia y la escasa funcionalidad de los artos te encuentras como Tom Cruise en Misión Imposible, pero sin trucos cinematográficos. Chico, no hay manera, tienes que volver a meterte en el coche, incendiar el asiento, calentarte las manos y hacer el nudo en los 15 segundos que tienes a disposición antes de que se te vuelvan a congelar los dos dedos que se han quedado con vida, o que explote el Opel con las consecuentes molestias que podría aquello ocasionar.

En fin, ya queda menos para la primavera y este cuento lo damos por acabado, me resulta harto complicado escribir con la manoplas puestas  y el pasamontaña no me deja leer muy bien. Os dejo que voy a matar un oso blanco que se ha sentado encima del capó del coche, luego voy a por el cocido. O un pingüino a la parrilla.

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One thought on “El invierno y la pesca

  1. Toni Martínez

    Juer!!! menos mal que no soy el único que odia el fríoooooooo!!!!! Oiga, que los peces también pican en agosto 😉

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